Las mariposas transportan el polen de las flores a diversas plantas  con lo cual ayudan a la polinización, hacen parte de la cadena trófica  de los seres vivos y son indicadores ecológicos de la diversidad y  salubridad de los ecosistemas en que habitan.
Estudiadas desde hace mucho por los aficionados, que han aportado  abundante información sobre su distribución y biología, las mariposas  diurnas se han convertido en un grupo de prueba clave para la  investigación ecológica y evolutiva. Son muy apropiadas para la  investigación genética en laboratorio, es fácil seguirles la pista en el  campo y se cree que son representativas de la mayoría de los insectos  herbívoros, los más importantes competidores de la humanidad por la  comida. 
Las mariposas son excelentes bioindicadoras del estado de salud de  los ecosistemas naturales, más que ningún otro animal, reflejan las  condiciones de conservación o de alteración de los ecosistemas debido a  la estrecha relación planta-animal. Dos de los cuatro estados de  desarrollo por los que atraviesa una mariposa dependen exclusivamente de  las plantas: las orugas son netamente herbívoras, mientras que los  imagos (la mariposa adulta) se alimentan sobre todo de néctar y de  polen.

 
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